domingo, 31 de diciembre de 2017

familia



Poleo menta, chocolate, risas.
Luces blancas que brillan entre las botellas del bar
Una mujer acaricia el brazo de un hombre, sobre la manga del abrigo.

Todo parece haberse hecho pequeño
poca cosa o nada.
No sé si lo sabes.
Demasiada corriente de aire.

Por las mañanas el mar brilla azul y frío  junto al tren
y yo me entrego al sol tras la ventanilla.

Las dos hermanas ríen juntas y cenan.
Ríen en la calle en el ascensor en el tren
por cualquier cosa.
Así  se deslizan las horas
de nuestros días navideños.
También hay un templo  a medianoche
el calor de las estufas la gente
el niño jesús.
Es  hermoso el altar italiano, las imágenes, los cantos.
Estamos juntas.
Pequeños gestos nos dibujan.
Algunas ausencias.

sábado, 9 de diciembre de 2017

sobre penélope



“Cuando uno espera demasiado se le acaba creando un sentimiento ambivalente o contradictorio: descubre que se ha acostumbrado a la espera y que tal vez ya no quiere otra cosa (...) el término de la expectativa y la incertidumbre, a las que uno se acomoda tanto que prefiere no salir de ellas, que no le quiten el motivo por el que se levanta ni el pensamiento con el que se acuesta, que no lo muevan de ahí”
“se me abrió un paréntesis en 1982 y nunca encontraba el momento de cerrarlo (…) al preguntarle [a Faulkner] por qué sus frases eran tan largas, tan kilométricas, tan interminables, había contestado ´porque nunca estoy seguro de continuar vivo para empezar la siguiente´. Quizá a mí me pasaba lo mismo con aquel paréntesis infinito: si lo cerraba temía morir, o mejor dicho, temía matar. Matar definitivamente a Tomás”.
                                                                                                         Javier Marías, Berta Isla

“Polvo suspendido en el aire
marca el lugar donde acabó una historia”
                                                        T.S. Eliot, Little Gidding

 


Penélope se construye en la espera. Habita un paréntesis que no se cierra nunca. Cerrarlo es matar el amor, el relato largo tiempo tejido.
La figura del hombre elegido se desdibuja con la ausencia y el silencio pero la ocupa, la constituye de un modo que olvidarlo es romperse un poco, vaciar la casa de muebles, de cuadros, enfrentarse a las paredes vacías, oír el eco de la propia voz, el aire silbando en los corredores. Pero las horas, los días, la falta, borran el nombre de Ulises, los ojos que miran, las palabras, la risa. Lo que ella venera es polvo suspendido en el aire, el lugar en el que terminó una historia. O no.

sábado, 2 de diciembre de 2017

en tránsito




“(...) demasiadas noches de transición acumuladas”
                                              Javier Marías, Berta Isla

Ando hace días pensando, sintiendo el peso de las horas y la vida como un tránsito entre un acontecimiento y otro,  un camino que recorremos ensimismados entre la última vivencia extraordinaria y la próxima  que esperamos llegue un día,  una espera plagada de rutina y vacío, un amontonamiento de tiempo que recorremos como en piloto automático, vida interina poblada de nadas o de fantasmas que transitan por nuestro pensamiento - realidad paralela de sueños y deseos -  mientras gestionamos el día a día con la sensación de que nada sucede y el tiempo pasa. 
Mientras espero que vuelva la isla, vivo esa vida como de paso hacia algo. Y con los años el tiempo se estrecha. Y vuelve la urgencia, el ansia de paladear la vida que queda desde la certeza de saber lo que vale lo bueno, de saber lo que quiero. Y sin embargo, cómo pesa la tela de araña pegajosa de un día detrás de otro, los gestos repetidos, dejarse llevar por la cinta mecánica mientras se espera. Y el deseo que azuza y la urgencia que es tanta.
Parece que es eso la vida, horas y horas en tránsito, algunos y fugaces momentos de luz. Y la esperanza de que vuelvan. No dejar de esperar islas.