miércoles, 14 de mayo de 2014

Una casa

Más de Aire de Dylan. Recreando a Bob Dylan en No direction home dice el narrador:

"Creo que no es cierto que los hombres queramos, como Ulises, regresar a nuestro hogar"
"Yo nunca trato de regresar, sino que intento encontrar una casa en el camino."


Casas posibles en el camino: un amor, el arte, una mesa, un poema, un amigo, una canción, una cama, un libro, unos ojos, un abrazo, un jardín, el banco de un parque, unas manos, una iglesia, la sombra de un árbol, un cuadro, un beso, una amiga, un rezo, una ventana, un hijo, el remanso de un río, una siesta, un paraguas, una copa de vino, un hombre que te cede el brazo, un sombrero, una playa pequeña, un baño, una palabra, una frase, unos labios, un recuerdo, un gesto, el amor.

Ulises



A propósito del  viaje dice el narrador en Aire de Dylan, de Vila-Matas:

 "Los viajes discurren siempre por dentro de uno mismo, suele decir Eduardo Lago, un amigo. Se atraviesa el universo, dice, efectuando un recorrido en el que coinciden el punto de partida y el de llegada; cuando se cierra el anillo, uno ha cambiado de manera tan intensa que resulta difícil reconocerse, pero en el anciano Odiseo sigue vivo el adolescente". 

Es verdad, a Ulises no lo reconoce Penélope cuando vuelve viejo después de años de viaje. El tiempo nos cambia y sin embargo, dentro de nosotros palpita siempre el niño. Somos siempre los mismos por dentro, los mismos ojos mirando el mundo y, al mismo tiempo, el cambio y el camino nos moldean, nos hacen otros. Pero en nuestro íntimo está siempre el niño, el joven, el de siempre. 




sábado, 10 de mayo de 2014

Territorios

 "Mi abuela susurró esa tarde, estando a solas ella y yo, que al fin se sentía predispuesta a emprender el viaje al país imaginado. 
Ese país era, desde luego, la muerte. El último de una serie de países imaginados, el país que nunca dejamos de imaginar porque no tenemos de él ninguna imagen real.
(...) en mi niñez, cuando mi abuela habitaba aún el país de todos los días, era la vida y no la muerte el gran país imaginado para mí. Un vida donde olía a futuro, a diferencia de mi abuela. Una vida en la que aún no existía Xiaomei, ni siquiera imaginada. Una vida en la que el placer y el dolor era las grandes comarcas por descubrir"
                                                                                         Eduardo Berti, El país imaginado


"No son los años, hija querida, es el daño ¿sabes? Tú tienes mucha juventud por delante porque ¿cómo decirte? todavía tienes sensación de estar intacta, y se nota que tienes la esperanza de seguir estándolo. Cuando se pierde eso, la sensación de estar intacto, tengas la edad que tengas, la juventud se termina".
                                                                                         Andrés Neuman, El viajero del siglo




Está el territorio donde habito. Pero también los que viví y dejé y llevo conmigo. Está el espacio del amor, el soñado, el perdido, el que se ha vivido, el que se recuerda o se olvida; uno para cada amor, la luz, el paisaje, el olor, algunas palabras, gestos, canciones... Está el del futuro, inmenso, infinito, luminoso primero, empequeñeciéndose después como un abismo con el tiempo que pasa. Está el país de la lectura, lleno de palabras, atmósferas, que me han ido vistiendo y me acompañan, y vuelven a veces a dialogar conmigo al hilo de los mil flashes y ecos del día a día. También hay un espacio de anhelos, vago, inconcreto, de fantasías, lo que imagino y no es, pero está conmigo. Y el país de lo que no fue pero existió de algún modo o pudo haber sido, miradas, silencios, posibilidades, esperas... Las palabras no dichas, los gestos contenidos. Y allá al fondo, una pequeña puerta que se abre hacia un túnel, la muerte.
Por todos ellos transito. Todos al mismo tiempo, todos están conmigo. En todos soy esta que vive.








domingo, 4 de mayo de 2014

Espacio útero


Espacio útero. Voces conocidas, conversaciones que llegan en una sucesión de ecos a través de las tablas de madera del suelo que separa la cocina de las habitaciones, en el piso de arriba. Despertarse con las voces, el trajín de la abuela y  los cacharros. Los ecos de las voces amortiguadas. La casa. El refugio. Espacio amparo, garantía que un día deja de serlo. Después, siempre falta. 

"Eso mismo pasaba a veces en invierno, cuando repartían dos manos de cartas y se sentaban a la mesa de la cocina a jugar mientras esperaban las noticias de las diez, después de mandarnos a la cama, al piso de arriba. Y el piso de arriba parecía estar a millas por encima de ellos, oscuro y lleno del ruido del viento. Allá arriba descubrías lo que nunca recordabas abajo en la cocina: que estábamos en una casa tan pequeña y cerrada como un barco en alta mar, en medio de los aullidos de un temporal. Parecían hablar y jugar a las cartas en un pequeño punto de luz muy lejano, de forma irrelevante; sin embargo, esa idea de ellos prosaica como un hipo, familiar como el aliento era lo que me sostenía, lo que me hacía señas desde el fondo del pozo cuando me quedaba dormida." 
                                         Alice Munro, "Flats Road", La vida de las mujeres